
San Viator nació en Lyon, en el
siglo IV. En ese entonces, Lyon pertenecia a la Galia, provincia importante
de Roma. San Viator se educó en la escuela de la Catedral y luego
tomó el relevo de sus maestros.
Cuando San Viator era niño
su madre lo presentó al obispo San Justo y le pidió que
lo instruyera en la religión. El anciano obispo se dio cuenta de
que este jovencito poseía grandes cualidades para la vida espiritual
y se dedicó con todo esmero a prepararlo para el sacerdocio. Le
dio las técnicas para dar bien las clases de catecismo, y pronto
ya Viator era un excelente catequista. Su mayor placer lo encontraba en
dedicar horas y horas a enseñar catecismo a los niños.
Aprendió muy bien el arte de escribir en bellas letras y así
llegó a hacer copias de la S. Biblia y de otros libros religiosos,
para uso del templo.
A San Viator lo pintan junto con San Justo deteniendo a una multitud que
quiere linchar a un pobre hombre que sufrió un ataque de locura.
El fugitivo se refugió en el templo y Viator y su obispo lo defendieron
de los furiosos que deseaban acabar con su vida.
El obispo San Justo deseaba dedicarse por completo a la vida de oración
y penitencia y dejando la bella ciudad de Lyon se fue para el terrible
desierto de Egipto a vivir con los demás monjes, ayunando, meditando
y haciendo penitencia. Y aunque el obispo se fue a escondidas sin avisar
a nadie, sin embargo Viator, su secretario, se dio cuenta y lo alcanzó
por el camino y obtuvo que lo dejara irse con él a dedicarse a
orar, meditar y hacer penitencia.
Se
propusieron no decir quienes eran, y así en el monasterio del desierto
los trataron como dos extraños ordinarios. Los monjes los hicieron
esperar siete días en las afueras del convento aguantando hambre
y sed a la intemperie, para ver si eran capaces de resistir la vida tan dura
de los religiosos del desierto. Luego, viendo que sí tenían
la suficiente santidad y el debido aguante, los admitieron allí.
A cada uno lo mandaron a una celda separada
y allí se dedicaron a pasar largas horas dedicados a leer, meditar,
rezar y trabajar. El obispo Justo tejía canastos y el joven Viator
se dedicaba a copiar con su hermosa letra los Libros Sagrados para que
leyeran los monjes.
Después de que llevaban muchos años allí como dos
desconocidos, un día llegaron unos cristianos de Lyon a pedir ser
admitidos como monjes y al ver allí a San Justo y a San Viator
exclamaron: "Pero si estos son nuestro obispo y su secretario".
Los monjes se admiraron de que estos dos hombres tan importantes hubieran
pasado allí tanto tiempo, desconocidos, haciendo penitencia como
unos pobres pecadores.
Llegó
una comisión de Lyon a llevarse a la ciudad a los santos monjes,
pero San Justo y San Viator les hablaron tan hermosamente de lo provechosa
que es la vida de oración y meditación de un monasterio, que
los que habían llegado a llevárselos para la ciudad se quedaron
allí de religiosos en el monasterio.
En diciembre del año 390 el anciano San Justo se sintió morir
y al ver que su fiel discípulo lloraba tan amargamente le dijo: "Los
dos hemos luchado juntos en esta vida por agradar al Señor Dios,
los dos iremos también en compañía a su reino celestial".
Y murió en santa paz. A los siete días murió también
el joven Viator, y se fue a acompañar para siempre a su santo obispo
al cielo.
Viator y Justo: compañeros inseparables en vida y en muerte, no dejen
ni un solo día de rogar por nosotros para que vayamos también
con todos nuestros familiares y amigos a acompañarlos en la gloria
eterna para siempre. |
"Velad y orad porque el espíritu está pronto pero la carne
es débil" (Jesucristo). |
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